martes, 21 de agosto de 2012

Vete ya.




Me agobio y quiero escapar, aunque solo sea un poco, de las continuas peleas, de los enfados sin sentido ni rumbo, que acaban por naufragar en el colchón haciendo que no nos demos otra cosa que no sea la espalda. Pensando, tú, en la manera de darte la vuelta y susurrarme al oído alguna de tus monerías, yo, en la forma de levantarme, vestirme e irme dando un portazo que suene a 
una despedida que no se me ocurre cómo pronunciar. Pero pensando cada uno en su plan terminamos por caer rendidos en manos de Morfeo y no decirnos palabra hasta el día siguiente en el desayuno, para que me pases la mermelada. 

Y así pasan los días entre agobios, huidas y excusas para no verte. Y ya ni hablamos, solo refunfuñamos por el mando y nos mandamos callar con la excusa de escuchar la puta caja tonta.

Y yo no se si algún día me imaginé que iba a acabar en delirios de escapadas y anhelos de libertad. Estoy segura de que mi yo pasado estaría dándome empujones para conseguir sacarme de esta monotonía, apodada como rutina para suavizar lo mucho que apesta, mientras mete los pocos recuerdos buenos que quedan para mandar todo lo demás al traste y coger el próximo tren a algo que no sea un bucle de auto- lamentaciones y sexo , que busca recordarnos que antes eso lo hacíamos porque deseábamos fundirnos en uno solo, porque nos queríamos.

Querernos, que lejano, falso e hipócrita suena eso. Lejano porque ya ni recuerdo como era aquello a causa de lo mucho que ha llovido desde entonces, y falso e hipócrita porque no se si en algún momento llegamos a hacerlo de verdad o solo era que nos apoyábamos en risas que nos evadían de toda la mugre anterior.

Es triste, nos resguardábamos el uno en el otro de las batallas perdidas y, sin darnos cuenta, éramos daños colaterales destinados a convertirnos en luchas constantes de perdidas de cordura, mientras llovía sobre mojado e intentábamos guardar la mierda debajo de la alfombra, ya que ninguno sabia como deshacerse de ella, pero la alfombra se quedó pequeña y ya solo podíamos esquivar los errores y rifarnos las culpas. 

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