jueves, 18 de julio de 2013


Como que se te congela algo dentro, y dejas de fluir.
Y entonces nadie te dice que no te mueras. Y te acojonas, y apretas las rodillas contra el pecho, y los huesos se llenan de invierno. Y el hielo del lago se deshace en tus pupilas. Y te preguntas si esta vez no es una broma, si esta vez va en serio. Si los sobres acumulados de facturas se han convertido ya en un embargo en tu cuenta bancaria. O si el avión que acabas de ver en NY chocando contra una de las torres no es una película, porque no pueden estar poniendo la misma escena una y otra vez, pero los demás clientes del bar hablan, y tú tienes que seguir con tus vacaciones cuando hay cientos de personas que, sin tú saberlo, jamás van a poder volver a tener unas. Y apretas los dientes, joder, tengo que dejar de hacer eso, te dices, pero sigues con el ceño fruncido. Nunca nadie se había ido con tanta fuerza. Pero no te vayas. 



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